jueves, 29 de septiembre de 2011

¿PARA QUÉ SIRVE EL LATÍN? Y, ¿EL GRIEGO? ( I )

   Llevo 21 años dando clases de Latín en institutos públicos, que los hay y tan buenos o más que algunos concertados o privados, manque les pese a Sir Esperanza Aguirre y a los de su alcurnia. 21 años respondiendo siempre a la misma pregunta, formulada por algún alumno resabiado o con ganas de hacerse notar ante lo que él cree su gallinero: "Maestro, ¿para qué sirve el Latín?".

   En mis años mozos, cuando enseñaba en aquellas añoradas tierras gallegas lamidas por el Cantábrico, les respondía siempre a sus impertinencias con la misma frase: "Para que un necio como tú me haga una pregunta tan estulta como la tuya". Ante la cara de pasmados que me ponían los susodichos, les traducía a su idioma román paladín: "Para que un gilip... como tú, me haga una...". No me dejaban terminar la traducción y, encima, se mostraban airados. Yo sólo pretendía demostrarles que, con el latín, se podía insultar a uno sin ofenderlo. No sé, tal vez y sólo tal vez, tenían razón cuando insinuaban que, por entonces yo era algo "cabrito", por mucho en que les insistiera en que no me quitaran años, pues ya no estaba para diminutivos.

Foto del bloguero en los años 90, afectado por una insolación en los lares cantábricos

   Pasaron los años, se avinagró menos mi carácter, pero seguían preguntándome la misma cantinela al comienzo de cada curso. Yo, que siempre he sido de buen yantar y mejor libar, y a quien los dioses  han honrado con un cuerpo de buen ver, "Opimus" me llamaban algunos, les respondía: "El Latín sirve para darme de comer a mí y, como ves, estoy de buen año. Así que arreando...".


El autor haciendo el toro (o el buey, según se mire) en visión del inefable Magister Raimundus

   Recuerdo con ternura a un zascandil onubense, un pedazo de carne con ojos, más alto que un armario, que, vago como él solo, clase tras clase, con tal de perder minutos, me espetaba: "Maestro, ¿pa qué sirve er latín, si no me voy a meter a cura?". Hasta que un día le bufé : "QVOSQVE TANDEM, LUDOVICE, ABUTERE POLIMINIBUS MEIS?". ¡Pobre! No llegó a terminar el BUP y cada vez que me cruzo con él, cuando conduce un autobús urbano en Huelva, saca sus dos metros por la ventana, da un tremendo bocinazo y me grita: "o FVERE", que es lo único que recuerda de cuando cantábamos en clase el pretérito perfecto del verbo SVM.
   Y ahora aquí me hallo, a una milla de Murcia, en lo que no ha mucho era huerta, a comienzos de curso y, sea en 4º de la ESO sea en 1º de Bachillerato, siempre hay algún zagal que me lo pregunta. Fue a comienzos del pasado verano, cuando, tras regresar de una de esas noches al borde del mar que tanto gustaban a Kavafis, mi hermano de alma Juan de Dios, profesor de Filosofía en mi antiguo centro de Alhama de Murcia, me hizo ver la luz. "Yo siempre les digo a mis alumnos que la Filosofía no sirve para nada. Que ya está bien de que estudien cosas que sirven para algo, que me sigan, que se dejen llevar por mí en nuestro recorrido por los laberintos de la filosofía y que, al final de curso, mediten si son los mismos que eran al comenzar".
   Y tiene razón Juande: el latín no sirve para nada, como la música, pero, para mí, una vida que no estuviera acompañada en todo momento por la música y, ¿por qué no?, por el latín no sería vida.
   Soy padre de dos niños, Aris y Edu. El mayor cursa ahora 3º de la ESO y, si sigue lo apuntado hasta el momento, me temo que va coger Latín en 4º, si no aparece ningún chiquilicuatre profesor que lo espante. Me tocará entonces responderle a él para qué sirve el Latín y, me parece, no puedo soltarle las borderías de antaño, más que nada por miedo a los improperios que me puede lanzar su madre. Y 6 años después habré de hacer lo mismo con su hermano.
   Mirad, hijos, desde el punto de vista de la sociedad materialista en la que vivimos, es verdad que el latín no sirve para nada, que no se habla en ningún sitio corrientemente, que no os vais a hacer ricos con él ni os van a llamar para la nueva edición de "Gran Hermano" y, encima,  os van a mirar raro si decís que estudiáis latín. ¿Cómo explicaros el hormigueo, las "fuertes emociones" que siente uno al desentrañar y traducir un texto griego o latino? Es algo semejante al placer por el trabajo bien hecho, por la belleza de su acción que experimentan los forenses que realizan la autopsia a un cadáver para hallar la causa de su muerte y atrapar al asesino. Sí, esos forenses que están tan de moda en las series televisivas como "C. S. I. " o "Bones" y que tanto gustan a vuestros compañeros de clase. Pues bien, los traductores somos los forenses de lo que los grandes maestros de la Antigüedad dejaron escrito. Y disfrutamos tanto metiendo el bisturí en sus frases, en sus expresiones, en sus palabras y vertiendo éstas a nuestra lengua materna, que deseamos compartir este don con nuestros alumnos, aunque ni éstos ni el resto de la sociedad esté aún preparada para valorar este regalo.
   Mirad, chicos, durante gran parte de la Edad Media el griego desapareció de la Europa occidental y se olvidó casi por completo, ignorándose cómo se leía inclusive. Gracias a la impagable labor silenciosa de algunos monasterios y de las escuelas de traductores de los reinos islámicos, se pudieron copiar muchos manuscritos y transmitir de generación en generación, pero en ese largo camino se perdieron para siempre jamás miles de obras. Pensad que en esta época se hablaba un latín macarrónico, gracias a que era la lengua de la iglesia, pero se despreciaba todo lo griego e incluso lo latino que no fuera religioso. No podemos permitir que se vuelva a repetir ese error y que el Latín y el Griego caigan de nuevo en el olvido, pues pasaría como el idioma de los íberos, que pueden leerlo, pero nadie sabe lo que dice porque son incapaces de traducirlo y comprenderlo, hoy por hoy. Los clásicos somos, entonces, también los transmisores, los guardianes de nuestras lenguas y culturas.



   Sabed que sin saberlo, sin darnos cuenta siquiera somos Grecia. Somos Roma. Todos. Grecia hizo posible que en ella viera la luz, en la remota isla de Quíos, un aedo, un cantor y poeta ambulante ciego, Homero. Sí, habéis leído bien: un ciego que vio la luz, un ciego que alumbró unas de las historias más maravillosas jamás cantadas, auxiliado, como él mismo reconoce con una humildad que le hace aún más grande, por su Musa, de la que se declara mero intermediario, mero transmisor de su canto. Pensad que fue capaz de componer, memorizar y cantar unos 24000 versos, preñados de historias de guerra, sí, pero también de amor, de aventuras, de monstruos, de humor, de amistad, de Humanidad, al fin y al cabo. Todo está en "La Ilíada", en "La Odisea". Dejaos seducir por ellas, tomaos el tiempo que necesitéis y comprenderéis cómo un ciego pudo ver la luz. ¿Sabéis que Homero compuso sus obras en el siglo VIII a. C. y que hasta casi 500 años después no fueron recopiladas y puestas por escrito por los eruditos de Alejandría? O sea, que durante casi cinco siglos se transmitieron por vía oral, porque otros aedos, transidos por la veneración a su Maestro, se encargaron de memorizarlos y divulgarlos, cantándolos por plazas y mercados, por palacios y villorrios. Y, cuando esos aedos morían, otros tomaban el relevo y así, cosa maravillosa, llegaron sus versos a todos los confines del Mediterráneo, fecundando las almas de las personas sensibles e inquietas.
   Por cierto, Juande me contaba esta tarde, al amor de unas cervezas, que según una tradición espúrea Homero murió por vergüenza de no ser ya tan sabio, al no poder solucionar un acertijo que le plantearon en una aldea remota. ¡Él, que había inventado memorizado y cantado los dos poemas épicos por excelencia, se dejó morir por temor a estar volviéndose un ignorante con la vejez! Por cierto, el acertijo que le plantearon era "¿Cuál es el único animal que tiene las patas en la cabeza?". Ahí os lo dejo.
   Parece un argumento de una película de Indiana Jones, que tanto os divierten, pero no lo es: en el siglo XIX un joven comerciante alemán, de nombre Heinrich Schliemann, impulsado por su fe ciega en que lo que contaba Homero no podía ser una ficción, una leyenda y usando "La Odisea" como guía descubrió la ciudad de Troya, en Turquía, y que ésta había sido destruida por pueblos aqueos en torno al 1150 a. C., tal y como fabulaba el de Quíos. Y no sólo eso, también sacó a la luz la ciudad de Micenas y la que él consideró la tumba de Agamenón, rey de reyes.
   Grecia, madre amantísima, nos dio el estudio de la Historia tal y como hoy la conocemos, pues de ella mamaron Heródoto y Tucídides, padres de la historiografía. En Atenas, una simple capital de una insignificante península, la del Ática, se alumbró, como homenaje sagrado al dios Dioniso, el teatro. ¡El teatro! ¡Lo que se mira! Ni más ni menos: sin él, sin el teatro no existirían ni el cine, ni la televisión. Aún hoy gente de la más diversa condición, pero con alma en las venas, se emociona con las historias pergeñadas por Esquilo, Sófocles y Eurípides y se parte de risa con los disparates escritos por Aristófanes ¡2500 años atrás! Esperad a que vuestra alma esté en sazón, a que vuestras emociones se hallen maduras y leed "Edipo Rey", "Antígona", "Medea", "Lisístrata"... Entonces comprenderéis por qué ellos son / somos Grecia.
   Pensad en ello y otro día seguimos hablando de para qué sirve el latín, el griego. Morfeo me llama y mi musa está ya muy viejita, harta de tanto olvido y desprecio y necesita descansar.
   Sueños de oro, Aris, Edu y tú,  mi entrañable Talía.

7 comentarios:

Charo dijo...

Cada día me gustan más las cosas "inútiles". Gracias, Aris, por esta reflexión divertida y profunda. Así es y así debe ser. Gaudeamur igitur!

Charo dijo...

se me ha escapado el gazapo... lapsus calami. Gaudeamus ;-)

Presen Roca dijo...

Genial, Arístides,como siempre. Se lo voy a dar a leer a mis pupilos. Basia!!

Arístides dijo...

Gratias plurimas vobis, semper, semper.

Raimundo dijo...

Ave, pulcherrime! Me complace observar que la merma física en la que has incurrido no ha sido también neuronal (y espero que tampoco fálica).

Muy amenas y acertadas tus reflexiones, Aristidine, he disfrutado con su lectura y con las respuestas dedicadas a cuanto zascandil pulula por las aulas de la Iberia toda. Yo tengo varias respuestas para la sempiterna pregunta y la que más utilizo es la de tu amigo Juan de Dios.
-¿Maestro, y el latín pa´ qué vale?
- Para nada, González, el latín no vale “pá ná”.
- Para algo valdrá, profesor. Dice un segundo de nivel intelectual algo más alto.
- Sí, algunos nos ganamos la vida enseñándolo. Pero el latín, lo que es valer, valer, no vale para nada.
- ¿Entonces por qué lo estudiamos?, dice un tercero.
Hombre, porque también las cosas inservibles tienen derecho a la existencia, si los inútiles no naciesen, la mitad de vosotros no existiría. Es más, muchos disfrutamos más con cosas inservibles que con otras consideradas necesarias para la vida en sociedad. La pintura y la música no sirven para nada, pero para algunos pueden ser esenciales. Somos muchos los que nos identificamos más con la canora cigarra que con la laboriosa hormiga.
Esta introducción ya puede dar mucho de sí, pero también suelo decirles que el latín es una inversión para la eternidad. Como en el Vaticano, el idioma oficial del Cielo es el latín, pues bien, cuando se mueren los que saben latín en el Cielo van a oficinas y los de las oficinas se escaquean de muchos servicios (como en la mili). Vamos, que te estudias cinco declinaciones y cinco verbos y estás rebajado de misas, rosarios y maitines para la eternidad.
De todas maneras, estas son respuestas para alumnos de alto rendimiento, para el discipulus gregarius creo que lo mejor es darle una respuesta sencilla, adecuada a su disposición y talentos:
- El latín vale para aprobarlo.
Ciao, colega, semper tibi sit amor Aris, Edi et carissima Thaliae.

EL INEFABLE

Arístides dijo...

SIMPLEMENTE GENIAL, EN TU LÍNEA, MAGISTER: PERMÍTEME, OH INEFABLE, HACER USO DE ALGUNOS DE TUS PÁRRAFOS PARA SU DIVULGACIÓN.
TU DISCÍPULO

Anónimo dijo...

BUENAS TARDES, HE LEIDO ESTE ARTICULO TUYO Y NO SAÑGP DE MI ASOMBRO DE COMO ALGUIEN PUEDE DIFUNDIR LO QUE LE GUSTA Y EN LO QUE CREE. PERO SIN EMBARGO DISCREPO DE TU PUNTO DE VISTA. SOY PROFESOR DE BIOLOGIA Y SOLO HACERTE EL APUNTE DE QUE YO DISFRUTO Y HAGO DISFRUTAR A LOS ALUMNOS CON LA VIDA, LA SUYA Y LA DE LOS SERES QUE LO RODEAN, JAMAS OBSERVAR UN BEBE GATO O UN OLIVO EN ESCORZO SE PODRA COMPARAR CON EL DECLINAR EL ROSA ROSAE DE MI MAS TIERNA INFANCIA. LO SIENTO PERO APUESTO POR LA VIDA Y EL LATIN SOLO ME HA SERVIDO PARA PODER SABER QUIE ESTABA ENTERRADO EN UNA TUMBA DE UNA FAMOSA CATEDRAL, LA VIDA SIEMPRE ESTA SOBRE LA MUERTE, DEJAME CON MI BEBE GATO, ACARICIANDOLO BAJO LA SOMBRA DE MI OLIVO Y LEE TUS LATINAJOS BAJO LA SOMBRA DE UNA LAPIDA GRIS