lunes, 13 de junio de 2011

LO QUE TIENE SABER LATÍN... Y GRIEGO

   En mi pueblo serrano, acariciado por el padre Thader aún rebosante de vida, no teníamos. Así que los maromos necesitados de entonces debían desplazarse unos 36 kilómetros para ir a la "casa putas" más cercana. Se llamaba VENUS. Fue la primera vez que, a principios de los 80, entré en contacto con el mundo clásico, si escuchaba, siempre sottovoce y cuasi clandestinamente, tal nombre, al señalar a algún vecino como "presunto" usuario del Venus. Por eso, cuando nuestro Magister Raimundo nos hablaba en sus clases de Latín de las andanzas de la casquivana olímpica, todos esbozábamos una sonrisa de compromiso y seguro que más de uno, cuando comentaba en su casa lo aprendido en el aula, recibía de su atribulada madre frases como "Ya decía yo que con las barbas que lleva tan desgreñás y las gafas de empollón que monta el segismundo ese, ése no se comía una rosca. Así que, ¿ánde iba a ir? Al Venus. Esto en tiempos de Franco no pasaba: uno que sabe latín, que ha estado, incluso, en el Seminario yéndose de fulanas al Venus. Nene, tú, pa ciencias, que mira cómo acaban los de letras". Desde entonces he conocido, no en el sentido bíblico y que cada cual piense lo que quiera, otros tantos "puticlubs", en diferentes sitios de la geografía española, llamados del mismo modo. Aunque he de decir que también conozco y tengo fotografiados otros negocios, como centros de estética y peluquerías, llamados igual que la hija de los cataplines de Urano.

   Ahora que recuerdo, en mi aldea serrana, a donde me desplazaron con 3 meses y en la que pasé mis primeros nueve años, cobijado por la imponente Peña Rubia, en cuya cima había, y espero que siga habiendo, un poblamiento ibérico-romano. En esta aldea, digo, vivía una pobre criatura, retornada de la Costa Blanca a donde había emigrado, como otros tantos cientos, en busca de trabajo, a la que las biliosas lenguas tachaban de ligera de cascos y algo abierta de piernas y motejaban como "La Loba". Fueron muchos los años que transcurrieron hasta saber que a las rameras romanas de más baja estofa las llamaban lupae, o sea, "lobas" y que en el mito de la Lupa Capitolina y sus gemelos Rómulo y Remo  había, tal vez, zorra escondida. Por eso, quién sabe si como homenaje a aquella desgraciada, a la que hacían el vacío, incluso en misas y entierros, pues nadie se sentaba en su banco, puse de nombre LVPA a una dicharachera meretriz de mi togata "Caligae Magnificus", una farsa ambientada en el teatro plautino.
   Ahora llevo ya más de 20 años compartiendo con mis alumnos y algún que otro compañero y despistado la pasión por el mundo clásico e intento hacerles ver que, lejos de estar muertos, aún estamos muy vivos y coleando en muchos más aspectos de su vida cotidiana de los que imaginan. Así, entre otras actividades, les encomiendo que cámara en mano recorran las calles y supermercados de su ciudad y capten toda presencia del griego o del latín en su entorno: en la publicidad, en las ciencias naturales, en la química, en la música, etc. Tanto en Galicia, como en Huelva y la Región de Murcia mis alumnos me han hecho trabajos estupendos, creativos, documentados e ingeniosos, en los que eran cientos los ejemplos de productos que llevaban palabras como ultra, plus, bio en su etiquetado; decenas de marcas de vino llevan un nombre latino o griego para darle más solera al producto; nuevos coches salen al mercado con nombre clásico; etc. Por ello, desde hace meses, con mi hospes comesque de glauco mirar, nos dedicamos a fotografiar todo cartel que tenga reminiscencias grecolatinas. Y llevamos ya un buen capazo, como dirían en estos lares.
   Hace cosa de unos pocos meses que nos sorprendió un gran cartelón, negro con letras y figuras en blanco, situado en una valla junto a la autopista de entrada a la ciudad, anunciando un prostíbulo de nombre "NEREÍDAS". Ipsofacto me vinieron a la mente recuerdos de mi mojigata adolescencia y pensamientos un poco derrotistas de "a dónde hemos llegado los clásicos, que sólo se acuerdan de nosotros para ponerles nombres a las casas de perdición". Pero, la verdad es que pronto se me pasaron tan grises pensamientos, siendo sustituidos por aquellos de que hablen de nosotros aunque sea mal. Y, ¡qué lémures!, no está tan mal el nombre: Nereidas... Si hasta suena bien y le da cierto glamour al local. Pongo a mi patrona Atenea por testigo de que llevado sólo por mi curiosidad filológica y mitológica tenía pensado acudir allá para comprobar sólo si la fermosura de las doncellas coincidía con las de las hijas de Nereo, pero como que no coló...
   Mas la cosa no quedó ahí: al poco tiempo apareció otro cartelón semejante, por lo que deduzco que perteneciente a una empresa regentada por los mismos lenones, pero anunciando ahora "APOLOS, hombres como siempre soñaste". Parece ser que se anuncia una prostitución de tipo masculina para hombres, creo. Uf, yo me pregunto que, si según la mitología a Apolo sólo se le conocen dos aventuras con varones, con Jacinto y con Cipariso, y más de una decena con el sexo femenino, llamar así a este tipo de locales... Esperemos que no llegue al Parnaso tal rumor, pues sabiendo cómo se las gasta el de Leto...
   La inventiva de los mismos lenones, estudiantes otrora de alguna de nuestras materias, sin duda, no quedó ahí: el último de sus negocios, anunciado a diario a gran tamaño en los dos diarios locales junto a los otros, se llama "AFRODITAS, las travestis de tus fantasías..."  Paso por aceptar el nombre Afroditas como buen ejemplo de pervivencia de grecolatino en nuestro entorno, pero por lo que no paso es por lo de unir dicho nombre a eso de "las travestis de tus fantasías..." ¡Y, encima, con puntos suspensivos!


   Porque seamos serios, carissimi collegae: imaginemos lo que le podría pasar a un esforzado, probo y afanado conmilitón nuestro que acudiera a nuestra ciudad a uno de los interesantes y apasionantes congresos organizados por nuestros próceres universitarios. Pongamos, por caso, que el susodicho compañero ha asistido a tres fascinantes disertaciones sobre los aoristos sigmáticos en Teofrasto, la métrica en los fragmentos de las comedias de Frínico y los arcaísmos salustianos. Hechido por tanta sapiencia, tras una frugal cena, en la que aguó como es lícito el vino puro con gaseosa, y declamando en su alma los yambos de Arquíloco, hojea la prensa local y encuentra el susodicho anuncio. Como nos pasa a los despistados, no lee la letra pequeña y, tal vez impulsado por los versos de Catulo que acaba de traducir sólo para sí en la clandestinidad de su cuarto, mientras su mamma sesteaba, sobre todo empujado por aquel destinado a la dulce Ipsitilla, la de los nueve seguidos, decide darse un merecido homenaje y dónde mejor que en un lugar con reminiscencias greco-romanas.
   Poco imaginativo hay que ser para adivinar que el entuerto acaba con nuestro íntegro compañero en comisaría y que allá se podría producir este diálogo.

- Muy buenas noches, señor representante de la ley y el orden en nuestra comunidad.
- A las buenas noches, usted dirá.
-Pues mire, según reza Terencio, "Homo sum, humani nihil a me alienum puto"...
- Oiga, no le consiento insultos, está hablando con un representante de la ley.
- ¡Cañizares, no seas cenutrio, no ves que es guiri!- media el subinspector de guardia- Sorry, sir, but we don´t speak English.
- Verá, oficial, pues resulta que vi en la prensa local un lupanar llamado Afrodita, que como vuecencia sabrá nació de la emasculación de Urano, vulgo...
- Pardón, ma je ne parle pás francaise... A ver, Cañizares, avisa a Gutiérrez, que estudió para cura y seguro que sabe idiomas, proque yo no comprendo al gachó éste.
- Es verdad, subinspector: Gutiérrez sabe latín, que se dejó la sotana en cuanto vio un buen par de mamellas.


   Entra el tal Gutiérrez, mirada huraña y cara arratonada y cala enseguida a nuestro colega, pues por algo sabe latín.


- Ave María Purísima.
-Sine labe concepta.
- ¿De qué te acusas, fili? 
- De nada, pater, de un pecadillo sin importancia. Cosas del sexto, ya sabe.
- Peccata minuta, fili, caro est fragilis.
- Pues sí, pero no es eso, verá: mire este anuncio, el de Afroditas. Usted, paternidad, si va a un lugar como éste...
- Tu quoque, fili.
- No se me ofenda usted, que yo no soy de esos que van por ahí difamando a la santa Madre: sólo escucho la COPE y me informo a través de Intereconomía. Es un suponer, un caso empírico, sólo. Prosigo: si uno acude a un sitio llamado Afroditas, lo que espera es encontrar a una meretriz, en algo semejante a la uránida, como ésta.
- ¿Me equivoco, pater?
- No, hijo, no, es lo que yo esperaría, prosigue.
- Mejor, soy más claro y conciso y prosigo con un ejemplo práctico. Disculpe, pero no puedo esconder mi vena didáctica. A ver, Vanessa, ¿puedes acercarte a la mesa?
- ¡Guau, vaya delanteras! ¡Hay que ver cómo se las gasta el chichipán éste! ¡Con la cara de pasmao que lleva!
- Este sabe latín: vaya hembra.
-Señores agentes, un poco de respeto a la dama. A ver, Vanessa, puedes enseñarle a estos señores por qué te llamaban antes Manolito.
- ¡Virgen del amor Hermoso!
-Esto en tiempos de Aznar no pasaba.
-La culpa de Zapatero, como siempre.
- Rehostias, ni el Nacho ése.
- A éste le han dado garañón por zorra.
- ¡Ahí quería llegar yo! Quiero denunciar al lenón de este lupanar, pues a su local no debía llamarlo Afrodita, como todo buen amante de las clásicas puede corroborar, sino, en todo caso, Hermafrodita, que como su nombre indica es hijo de...




   Bien, corramos un estúpido velo y dejemos a nuestro colega con sus asuntos. Esto es lo que nos puede pasar por saber latín... y griego.
   Un poco más de seriedad, señores alcahuetes, publicistas y jornalistas en general.
   Aunque, no sé, con esto de la crisis y con los recortes que nos ha aplicado el ínclito Zapatero y el tijeretazo del inefable Valcárcel, me estoy yo pensando el montar un negocio de ésos. Estoy pensando un nombre con reminiscencias también clásicas, atractivo y sugerente: DIONI-OSOS.